Mercados, tesoros costumbristas
Me fascinan los mercados. Cuando visito una ciudad, procuro acercarme a alguno de estos tesoros costumbristas y de abastos. Bastantes se cobijan en imponentes e históricos edificios; a bote pronto, me vienen a la cabeza los siguientes: el Central de Cádiz, el de San Miguel en Madrid, en Barcelona La Boquería o el de Santa Caterina, el de La Esperanza en Santander, El Fontán en Oviedo, en Valencia el Central o el de Colón, La Ribera en Bilbao o el de Abastos de Santiago de Compostela. Muchas adecentan esos centenarios edificios, y también algunos viejos mercados de barrio, para convertirlos en multifuncionales espacios gastronómicos: una tendencia al alza.
Nuevas fórmulas que revitalizan lugares que forman parte del alma, identidad, costumbres, esparcimiento y convivencia de las ciudades. Los mercados constituyen el mayor estímulo sensorial: el cromatismo del puesto de frutas, el aroma a bollería recién horneada, el golpe seco al cortar un lomo alto, el sabor de esa gordal del puesto de encurtidos o la textura del besugo recién descamado.
En Valladolid, uno de los sitios de mi recreo es el Mercado del Val. Céntrico, dominado por esa férrea arquitectura metálica, inspirada en el parisino Les Halles; recientemente, remodelado para dar mejor cobijo a sus carnicerías, pescaderías, charcuterías, fruterías, panaderías, puesto de encurtidos, frutos secos y media docena de bares.
Cuando no hay mucha afluencia, me gusta vagar por los puestos, comparar productos y cotejar precios. Cuando voy acelerado, desenfundo y disparo: tengo mis favoritos y asiduos en la cesta de la compra.
Si quiero pollo de corral voy a Pollería Esther (puesto 2), donde también suelo comprar los huevos. Si hay antojo de chuletillas de lechazo es imprescindible acudir a JC Tordera (puesto 18). El cerdo y la carne roja lo suelo comprar en Esteban & Coral (puesto 34), donde se encuentran unas fantásticas hamburguesas, entrecotes, salchichas, chorizos o costillas; mientras que si quiero chuletas frecuento Felipe González (puesto 21). Para el pescado y marisco, mis favoritos son La Alondra (puesto 36) por su variedad, regularidad y pulcritud; y Pescadería Blanco (puesto 33) por su confianza, espontaneidad y ofertas. La fruta y verdura normalmente en Paula (puesto 31); pero, a veces, acudo a alguna de las otras tres: Concejo del Monte (puesto 1), Manuel Sánchez (puesto 3) y Frutas Amaya (puesto 20), esta última en temporada de setas. Las pocas veces que compro embutido, en Luis Crespo (puesto 28) o en Hoyos (puesto 26), que además tiene un bar (puesto 7) recomendable para tomar unas cañas acompañadas de unas tapas, al igual que su vecino La Provinciana (puesto 8). Y, esporádicamente, frutos secos en Sánchez (puesto 30), encurtidos en Casimiro Riolobos (puesto 39), y pan y bollería en El Fiel (puesto 25).
Hay que fomentar el consumo en los mercados locales, acabar con el erróneo estereotipo de sus precios frente a las grandes superficies, apoyar a los pequeños proveedores, consumir producto local, regional y nacional. Menos bandejas procesadas y más cesta fresca del mercado. En El Val, en El Campillo o en Las Delicias.